miércoles, 16 de julio de 2008

Saint-Exupéry: una muerte que baja de los cielos

Hace unos días una sorpresiva noticia conmocionó trepidantemente el mundo literario francés y, a la postre, del mundo entero. Los principales diarios del planeta recogieron en sus primeras planas la inesperada noticia de un acontecimiento todavía sensible para el corazón del mundo y que parecía estar zanjado en las entrañas del mito: que Antoine de Saint-Exupéry, el célebre autor de "Le Petit Prince", no había muerto en un accidente de aviación como se pensaba (el mito inclusive llegaba a decir que habia desaparecido misteriosamente de los cielos mientras sobrevolaba con su avioneta la zona de Marsella durante la Segunda Guerra Mundial)
No, la misteriosa historia sobre su muerte, elevada a la cumbre literaria por escritores, periodistas, soñadores y amantes de su obra se rompía, "tout à coup", en las palabras de un ex-piloto alemán de las brigadas nazi. El viejo piloto de 88 años, Horst Rippert, había confesado al diario francés "La Provence", con un tono ambivalente de congoja y orgullo, que el autor de "El Principito" no había muerto en un accidente, sino cuando la avioneta del escritor, un "Lightning 38", fue derivada a causa del bombardeo que su avión emprendió.

"Pueden dejar de buscar", habían sido sus palabras a un coro de periodistas boquiabiertos. "Fui yo quien abatió a Saint-Exupéry". Entre las palabras que sonaban sonaron en el aire como pequeños relámpagos, el ex piloto agregó: "Fue después cuando supe que era Saint-Exupéry... Yo esperaba que no fuera él, porque en nuestra juventud todos habíamos leído sus libros y los adorábamos... Poco después levantaría el tono de su voz para sentenciar: "Si hubiera sabido que él (Saint-Exupery) era el piloto de la nave, no habría disparado... Lo admiraba".
La "cosa" más insólita había ocurrido: uno de los escritores más amados de Francia - Francia equivale a decir del mundo- no había muerto en un accidente aéreo como se creía hasta entonces: había dejado este mundo por el ataque aéreo de un piloto alemán que había leído sus libros y que lo amaba!
De inmediato, la noticia se hizo pública y la merecida interrogante saltó a la conciencia como un animal agazapado. ¿Era posible que una coincidencia así fuera posible? Uno de los escritores más amados y leídos de Francia, autor de obras magistrales como "Correo del Sur" , "Vuelo Nocturno" o el célebre "Principito", y que durante toda su vida como aviador había dado una lección de vida, valor y coraje en cada uno de los vuelos de reconocimiento que hizo, sobre todo el que cursó durante la Segunda Guerra Mundial, había muerto por azar. Su obra, que todavía estaba en camino en el año de su muerte, había influido en miles de jóvenes de toda la vieja Europa que se desangraba por las guerras, y en su corazón como en su conciencia había todavía mucho que decir. "Hay vidas que se van sin que el sentido de la vida, de nuestra vida, quede alterado. Pero hay vidas que cuando se van dejan un cambio irreparable en la humanidad", diría en los años 60' Sartre en un sincero artículo cuando la muerte de Camus. Pues en ese 1944, el funesto año de la muerte de Saint-Exupery, no hubo nadie que lo dijera. Hay épocas como la de aquélla o la de hoy en que es necesario que nuestros mejores hombres vivan, y Saint-Exupery siempre debió vivir.

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