lunes, 11 de agosto de 2008

Tu cuerpo / tu cintura / la piel de tu cintura





Quiero morder la extrema fragilidad de tu cintura

miércoles, 16 de julio de 2008

Saint-Exupéry: una muerte que baja de los cielos

Hace unos días una sorpresiva noticia conmocionó trepidantemente el mundo literario francés y, a la postre, del mundo entero. Los principales diarios del planeta recogieron en sus primeras planas la inesperada noticia de un acontecimiento todavía sensible para el corazón del mundo y que parecía estar zanjado en las entrañas del mito: que Antoine de Saint-Exupéry, el célebre autor de "Le Petit Prince", no había muerto en un accidente de aviación como se pensaba (el mito inclusive llegaba a decir que habia desaparecido misteriosamente de los cielos mientras sobrevolaba con su avioneta la zona de Marsella durante la Segunda Guerra Mundial)
No, la misteriosa historia sobre su muerte, elevada a la cumbre literaria por escritores, periodistas, soñadores y amantes de su obra se rompía, "tout à coup", en las palabras de un ex-piloto alemán de las brigadas nazi. El viejo piloto de 88 años, Horst Rippert, había confesado al diario francés "La Provence", con un tono ambivalente de congoja y orgullo, que el autor de "El Principito" no había muerto en un accidente, sino cuando la avioneta del escritor, un "Lightning 38", fue derivada a causa del bombardeo que su avión emprendió.

"Pueden dejar de buscar", habían sido sus palabras a un coro de periodistas boquiabiertos. "Fui yo quien abatió a Saint-Exupéry". Entre las palabras que sonaban sonaron en el aire como pequeños relámpagos, el ex piloto agregó: "Fue después cuando supe que era Saint-Exupéry... Yo esperaba que no fuera él, porque en nuestra juventud todos habíamos leído sus libros y los adorábamos... Poco después levantaría el tono de su voz para sentenciar: "Si hubiera sabido que él (Saint-Exupery) era el piloto de la nave, no habría disparado... Lo admiraba".
La "cosa" más insólita había ocurrido: uno de los escritores más amados de Francia - Francia equivale a decir del mundo- no había muerto en un accidente aéreo como se creía hasta entonces: había dejado este mundo por el ataque aéreo de un piloto alemán que había leído sus libros y que lo amaba!
De inmediato, la noticia se hizo pública y la merecida interrogante saltó a la conciencia como un animal agazapado. ¿Era posible que una coincidencia así fuera posible? Uno de los escritores más amados y leídos de Francia, autor de obras magistrales como "Correo del Sur" , "Vuelo Nocturno" o el célebre "Principito", y que durante toda su vida como aviador había dado una lección de vida, valor y coraje en cada uno de los vuelos de reconocimiento que hizo, sobre todo el que cursó durante la Segunda Guerra Mundial, había muerto por azar. Su obra, que todavía estaba en camino en el año de su muerte, había influido en miles de jóvenes de toda la vieja Europa que se desangraba por las guerras, y en su corazón como en su conciencia había todavía mucho que decir. "Hay vidas que se van sin que el sentido de la vida, de nuestra vida, quede alterado. Pero hay vidas que cuando se van dejan un cambio irreparable en la humanidad", diría en los años 60' Sartre en un sincero artículo cuando la muerte de Camus. Pues en ese 1944, el funesto año de la muerte de Saint-Exupery, no hubo nadie que lo dijera. Hay épocas como la de aquélla o la de hoy en que es necesario que nuestros mejores hombres vivan, y Saint-Exupery siempre debió vivir.

lunes, 2 de junio de 2008

L´amour sous la peau

Ajourd'hui c'eté une journée difficile, mais la nuit est maintenant belle, aussi belle que la femme qui aime. Plus tard, toutefois, les choses peut-être seront encore meilleures.
Il y a des fois que j'aimerais être un oiseau. Un petit oiseau pour pouvoir voler et connaïtre le monde et les choses qu'il y a là-bas. Pour voir, par exemple, les arbres, les animaux, la mer, et sentir l'air sur mon visage.
J'aimerais voir les âmes des personnes qui veulent un baiser pour pouvoir les embrasser. Mais les personnes ne savent pas embrasser, peut-être parce que maman ne les a jamais embrassé.
Ahh, la fleur était fausse et au printemps maman en effet m'a embrassée.
Il y a des fois comme aujourd'hui que je voudrais être un petit oiseau pour pouvoir voler et arrêter à côté de toi.
Aujourd'hui c'eté une journée difficil, mais demain elle sera mieux.

jueves, 28 de febrero de 2008

Albert Camus, el moralista príncipe de la literatura francesa

Entre todos los escritores franceses que conozco, Albert Camus es a quien más amo. Nacido en un miserable barrio del norte de Argelia, Camus vivió desde muy niño con la dificil conciencia de verse pobre, huérfano de padre, hijo de madre analfabeta y colono argelino en medio del imperio francés; pero con la admirable condición de poseer una gran sensibilidad, una alta inteligencia, y una efervescente inquietud por comprender el mundo y, más tarde, la ansiada sed por ser un escritor.
Ni la repentina tuberculosis que lo afectaría a los 17 años, ni el movedizo territorio de ser un auténtico pied-noir en la Argelia dominada -y explotada- por Francia, amargaron su vida y, menos aún, bloquearon su aguda sensibilidad, su penetrante inteligencia y su sed de una justicia autenticamente pura; sino que por lo contrario, lo llevaron a indagar en lo mas profundo de sí y de la sociedad de su tiempo, para conocer y comprender en carne propia "lo que era realmente el mundo".
Necesitado de ser partícipe de las luchas de su tiempo, Camus viajó a Francia y pasó a ser parte, casi de inmediato, de la élite de pensadores, intelectuales y periodistas más importante del Paris de aquellos años.
Sin embargo, su trabajo como periodista no le sería suficiente para hacer frente a los reclamos de una conciencia crítica y, más aún, de un espíritu obsesionado por la justicia.
Así, en medio de la crisis social más devastadora de la historia europea -la Segunda Guerra mundial-, publica, en 1942, uno de los libros más importantes de su producción y que lo catapultaría inmediatamente a la fama: "El extranjero",
pequeña obra maestra donde Camus mos da una visión pesimista, nihilista y absurda de la vida, muy en consonancia con el cataclismo moral por la que pasaba Europa en esos dolorosos años.
La novela, donde un hombre -Meursault- es condenado a muerte por no llorar en el funeral de su madre, muestra -como solo los genios lo pueden hacer- el vacío moral, el desencantamiento existencial, la decadencia de los viejos valores y la incapacidad de crear y asumir otros, así como la inquietante conclusión de que la vida era un absurdo.
No pasarían muchos meses para que saliera otra de las obras claves de Camus, "El mito de Sísifo", penetrante ensayo suyo donde nos ofrece la noción teórica de "El extranjero -el absurdo existencial-, con un inicio magistral: "No hay sino un problema filosófoco realmente serio: el suicidio. Saber si la vida vale o no la pena de ser vivida equivale a responder a la cuestión esencial de la filosofía"
Si bien Camus pone a prueba el sentido de la vida y de vivir, y termina comparando la vida -el absurdo de la vida- con el célebre mito de Sísifo -un hombre condenado por los dioses a subir eternamente una piedra hasta la cima de una montaña para, luego caer, volver a subirla-, deja magistralmente una luz, un sentido en "esa vida sin sentido". El hombre, como Sísifo, -explicará- tiene "la triste tarea" de vivir una vida sin un sentido verdadero, que le dé motivos de vivir y sonreír.
Pero Camus, amante de la vida después de todo, se resistirá a aceptar un designio tan desolador como trágico, encontrando casi un artificio para poder salir: si bien el acto eterno de subir una roca es absurdo y agotador, el hombre encontrará esa tranquilidad, descanso y aliento -y tal vez un sentido- en ese brevísimo momento en que la roca cae y el hombre lentamente puede tomar aire y fuerzas mientras baja para volver a subir. "Es verdad -sentenciará Camus-, la vida es absurda, pero hay que imaginar a un Sísifo feliz".

Esta visión "absurda" de la vida, sin embargo, no terminaría ahí. Tres años más tarde, en 1945, luego de la célebre publicación y estreno de su obra de teatro "El malentendido" -estrenada por la mítica actriz Maria Casares-, Camus terminaría esta trilogía del absurdo con la que sería quizá la pieza dramática cumbre del existencialismo francés: "Calígula".

En ella, el absurdo existencial y la conciencia de "un mundo donde todos los hombres mueren sin ser felices", Camus nos plantea que "lo que creiamos absurdo, también es absurdo". Las conclusiones que saca al final Calígula, emperador cruel atizado por las eternas posibilidades de la locura -o de la genialidadad- terminan por hacerle ver que la idea de que la vida no tiene sentido, es tan absurda como querer llevar las consecuencias de ella hasta las últimas consecuencias. "Pensar que hace un momento me burlaba del miedo de los otros, y ahora puedo sentir el miedo en mi piel", es la "sensación" certera de alguien que reflexiona antes de morir en manos de la conspiración.

Pero Caligula no solo es una reflexion del absurdo, también es una curiosa reflexión sobre el amor, la belleza, la mujer y los placeres del mundo. "Éste monstruo del pensamiento" no cree en el amor, o al menos ya no, después de la muerte de su hermana y amante Drusila. "He comprendido que el amor debe terminar porque nos hace infelices", es la frase que finiquita esta idea.
Para Caligula, la belleza, como el placer, deben perdurar en el tiempo y en su vida. Por eso comete todo tipo de actos "despreciables" para lograrlos. El quiere estar rodeado de placer, gracia, belleza y la mujer joven y bella es sinónimo de ello. Por eso no nos extraña que en un momento de la obra, Caligula reflexione para sí, diciendo que es "preferible tener una Drusila muerta que una Drusila vieja"...

lunes, 14 de enero de 2008

La buena música: el arte de Iron Maiden

La música es un arte y la vida en cierta forma también lo es. Hay así géneros musicales, en ellos bandas y de ellas canciones que, por algún motivo que desconocemos y en algún momento de nuestra existencia, nos ha tocado como "la delicada pero efervescente mano de lo que amamos -una mujer, diría yo" en lo más profundo de nuestro ser.
No sabemos qué es exactamente y por qué ese grupo, esa cantante, ese instrumental y sus canciones penetran tan profundamente en nuestra sensibilidad, nos transportan a otro estado de fina percepción y nos hacen ver -al menos parcialmente- la vida de otra manera, la vida "en el color de una sensual sonrisa de mujer".
Esta otra manera de sentir las cosa, nos da vida y con ella una fuerza especial para seguir viviendo -sobreviviendo-, en este mundo tantas veces poco humano e infeliz, dándonos esa fuerza misteriosa para reír.
Este es el caso -en el mundo del Rock- de Iron Maiden, la banda británica, liderada -a pesar de ser Steve Harris, el bajista, su fundador- por Bruce Dickinson, una de las voces más originales, potentes y virtuosas en el mundo del Heavy Metal y el Rock. Su música, que se ha caracterizado por un sonido fuerte y lleno de virtuosismo, y de letras con aparentes simbologías al "satanismo", no es otra cosa que la mejor expresión de rock fuerte y potente -en las cuerdas de Harris y Gers- y el fino y "divino" virtuosismo en las curiosas oscilaciones melódicas -de Dickinson y Smith- para componer canciones -sobre todo melodías- que, desde hace más de dos décadas, nos hacen sentir "la totalidad de la vida" de manera intensa y armoniosa.
Canciones como The Trooper, Halloweed by the Name, Wasting Love o Blood Bhroters son ya clásicos del Heavy Metal en particular y del Rock en general.
En sí, el arte melódico en las oscilaciones de fina agudeza de Bruce Dickinson, hacen, sin descartar sobre todo la guitarra de Adrian Smith y el bajo de Steve Harris, de Maiden la banda de mejor performance en el altibajo mundo del metal.
Aquí, una de las canciones que más amo: Wasting Love.